Soy bereber, nací en el desierto, donde durante generaciones mi familia y muchas otras vivieron como nómadas, desplazándose con sus animales y viviendo en tiendas bajo las estrellas. Esta forma de vida nos enseñó a respetar la naturaleza, a vivir con poco y a valorar la libertad del desierto.

Pero con el paso de los años, muchas cosas han cambiado. Algunos de nuestros vecinos y familiares decidieron abandonar la vida nómada y trasladarse a pueblos. Buscaban una vida más estable, con acceso a escuelas para sus hijos, atención médica y nuevas oportunidades laborales. Cambiaron sus tiendas de campaña por casas de adobe, el té junto al fuego por cafeterías de pueblo y los largos paseos con camellos por motos o coches.

Aunque abandonaron el desierto, muchos siguen llevando sus raíces en el corazón. Siguen celebrando las tradiciones bereberes, hablan tamazight y enseñan a sus hijos los valores de la hospitalidad, el respeto a los mayores y la conexión con la tierra.

Hoy en día, algunos de nosotros seguimos viviendo en el desierto, acogiendo a los viajeros que quieren experimentar la vida nómada. Otros, desde el pueblo, trabajan como guías, cocineros o conductores. Todos nosotros, de una forma u otra, seguimos unidos por nuestras raíces y nuestra historia común.